Los 7 pecados capitales de los viajeros expertos

Como buenos viajeros que somos se nos va un poco de las manos, es verdad. Pero mientras nuestros pecados capitales sean no poder dejar de viajar, no poder ahorrar y solo hacer presupuestos para nuevos viajes… pues que dios nos pille confesados, y punto.

Pero claro, que sí, que tenemos que reconocer nuestros pecados, y por qué no, tenerlos todos apuntaditos, pero no para entrar en paz, para seguir pecando, muy mucho, que el mundo es muy grande y la vida muy corta como para dejar de pecar (en términos viajeros, you know!).

Aquí van, los 7 pecados capitales de todo viajero experto:

La gula: Al buen viajero le mola comer, le pierde el buen comer. Viajar sin conocer la gastronomía del destino en cuestión está prohibidísimo en el manual del viajero experto. Comer, recomer y volver a comer. Prohibido quedarse con hambre, prohibido decir que no a probar algo nuevo, prohibido no alimentarse como un señor. ¿Desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo? Por supuesto que no, always reyes, está claro.

La avaricia: Lo de querer más y más no tiene remedio. ¿Qué hay unos vuelos super baratos al fin del mundo? Pa’ mí. ¿Qué os vais de finde al quinto pino? Me apunto. ¿Qué habéis descubierto un interrail en avión? Yo me voy el primero. Sí, si esto te ha pasado está todo claro, eres un viajero experto, yes, pero también eres un pelín avaricioso. Que rompe el saco, dicen, no sé, pero en tema de viajar, poco me importa.

La envidia: A ver, nos intentamos contener, que somos gente maja, pero si ver a cualquier conocidocasiconocidomásomenosconocido de viaje coincide con nuestro momento de rutina estudiantil/laboral, explotamos. La envidia nos puede. Da igual que ya hayamos estado allí o que el destino no nos llame nada la atención (imposible). Si alguien está de viaje y nosotros no, nos volvemos unos envidiosos, sorry. Envidia de la cochina.

La pereza: Tenemos poca si se trata de planear un viaje y hacer la maleta, eso es cierto. Pero ya en lo que es volver, la cosa cambia. Hacer la maleta el último día de viaje para regresar nos cuesta, mucho. Llegar al aeropuerto a tiempo para no perder el vuelo de vuelta cuesta, mucho. Y no deshacer la maleta después en casa con la esperanza de volver a irnos al día siguiente otra vez cuesta, pero muchísimo más. (De lo de poner las lavadoras de rigor también da mil de pereza, yes).

La ira: A ver, nos enfadamos poquito, somos tolerantes con los retrasos de los vuelos, soportamos las inclemencias del tiempo allá donde vamos. Lo de no haber metido un paraguas por si acaso lo llevamos bien, y por supuesto también soportamos perfectamente habernos dejado la batería de repuesto de la cámara en casa. Pero es que cuando se juntan todas las condiciones ya jkdsfhdskjfhdskjfhsdkjfhdskjfnewurbew, en fin.

La lujuria: Se nos va de las manos, estar de viaje nos altera los sentidos, nos excita muy mucho, y nos volvemos locos. Desde el momento de llegar al aeropuerto. No, miento, desde que empezamos a hacer la maleta. No, antes, espera, desde que en nuestra cabeza ronda el próximo viaje la lujuria se apodera de nosotros. Aunque bueno, si sabemos que lujuria es exceso de cosas que nos estimulan, para los viajeros expertos nunca hay exceso de viajes así que… no, no somos lujuriosos, decidido.

La soberbia: No, definitivamente aquí la hemos liado. Porque los turistas muchas veces sí, son un pelín soberbios, con eso de tratar un poquito mal al camarero en el bar de turno, o creerse el rey del mambo en el sitio en cuestión. Pero no, nosotros, los viajeros top, tenemos tantos kilómetros y experiencias que no dejamos sitio a la soberbia, nosotros somos majis siempre, no fallamos, ni nos creemos superiores. ¿Turistas? No, por favor, somos viajeros. (Sí, la soberbia se ha apoderado de mí al escribir este párrafo, je).

Y bueno, eso, que somos pecadores, a mucha honra. Y que nos vamos de viaje, otra vez. Si hay que añadir un octavo pecado capital, digamos que somos unos pesados, también a mucha honra. Pero es que nos encanta insistir, cuando el objetivo es recorrer el mundo entero.

PD: Y puestos a pecar, pequemos bien. Vámonos de airhopping. Ya.