Y por fin, Berlín | El airhopping de Prateek (Parte 2)

Todos pensamos que los alemanes son las personas más organizadas, estrictas y disciplinadas de toda Europa.

Tu primera hora en Berlín te desengañará de esta idea.

Justo después de aterrizar en Schönefeld, nos encontramos en el tren S-Bahn para ir hacia la ciudad. El S-Bahn es como un niño petulante. Se moverá… ¡cuando le dé la gana! Estuvimos en medio del bosque, durante la noche, parados y sin movernos durante media hora. A veces el S-Bahn decide moverse unos metros y parar de nuevo. Cuando por fin parece que está moviéndose sin parar, llegan malas noticias en alemán. Preguntamos a los rusos junto a nosotros y nos explican que el tren va a parar en la próxima parada. Y ya no seguirá más.

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Sí, este es el hermoso tren del que nos enamoramos (ironía).

Toca buscarse la vida. Nos sentimos en el interrail. Bienvenidos a Berlin.

Hacemos un par de cambios más y llegamos al hostal en la zona industrial. Entramos para saludar el recepcionista y el, encantado, nos saluda: «Buena’! U’te’e’ viene de E’paña?» Era chileno. La gente hispanohablante es una hermosa plaga en toda Europa. Ni en Ámsterdam, ni en Berlín, les podemos evitar. No se puede explicar el sentimiento de encontrar a otro hispanohablante. Nos explica que había visto en los datos de pago que se hizo en España y ya nos había pillado.

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Una vista menos fotografiada.

Al día siguiente madrugamos para hacer un tour guiado por Berlín. Empezamos en la puerta de Brandenburgo. Una actriz chilena, que había llegado a Berlín para seguir su carrera allí, hacía este tour en español para los turistas. Era su manera de practicar su arte en publico.

Aunque tenía una sonrisa brillante, la historia que nos contó de Berlín era demasiado triste. Niños sin comida después del final de la Primera Guerra Mundial. Las luchas en las calles entre comunistas y camisas-marrones justo antes del ascenso de Hitler. El castigo brutal de los rusos a los alemanes al final de la guerra, incluso a los refugiados alemanes que vivían toda su vida en Hungría, Polonia… y que fueron echados. Familias separadas durante la Guerra Fría. Aunque sean los más poderosos de Europa hoy en día, es difícil no pensar que los alemanes han aguantado mucha pena en la historia de Europa.

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Puede apreciarse como está dentro del medio de la ciudad.

Pasamos por el Holocaust Memorial. Los edificios de Alemania Occidental. Checkpoint Charlie. Lo que quedaba del muro. Pero la cosa que nunca olvidaré era un parking de bicis y coches, con un árbol en el centro. Era una zona sin nada. Pero, ¿por qué era tan importante? Era la zona del búnker de Hitler. Y justo donde estaba el árbol era donde estaba la entrada. Es imposible no sentir un helado escalofrio en la espalda al estar en este parking.

Cuando se termina el tour la señora recibe muchos aplausos por contar una historia de Berlín de a pie. Pero estamos todos desanimados. Venimos a Berlín por kebab, currywurst y cerveza, y acabamos recordando la peor época de Europa.

Me llama un amigo de Berlín. Dice que está disponible y quería tomar algo. Vamos a Rosenthalerplatz, compramos botellas de cerveza de 65 a céntimos cada una, y tomamos en el parque. En Berlín se puede tomar en la calle a cualquier hora, y la policía no te multa como en España. Lo mejor es que ni siquiera tienes que tirarlo en la basura, porque hay gente que cobra por recoger y devolver las botellas.

Me explica que Berlín rompe todos los estereotipos de los alemanes. Prefieren tecnología antigua. No se visten muy conservador. Tardan en llegar y nunca son puntuales. Tatuajes y piercings en todo el cuerpo. Es un oasis anti alemán en Alemania.

Verdaderamente no parece ser dentro de Berlín.

El próximo día, mi compañero y yo vamos por un parque grande en el centro. Con una cascada en el medio. Subes allí y ves todo Berlín. Viktoriapark. Parece una selva dentro de Berlín. Cuando bajamos, fuimos por comida barata y rápida. Vemos un sitio mexicano. Íbamos a hablar en español cuando vemos que los camareros no tienen pinta mexicana. Y hablan inglés con un acento que me suena mucho pero no es mexicano. No me digas. Son indios. Emplean indios en un restaurante mexicano. Los alemanes no saben la diferencia entre indios y mexicanos. Le escribo a mi amiga mexicana por mensaje. Le encanta. «Somos los más chingones, wey«.

Con burritos en nuestras manos, vamos a la estatua de Bismarck. Muestra a Bismarck como un dios. Ni en India he visto santuarios para dioses así. Te quedas alucinando. Después de eso empieza nuestra segunda noche, en un bar de shisha (cachimba) en la zona de Neukolln. Aquí es donde están todos los bares turcos, y ves un cambio de ambiente. Ya no parece Berlín con su color gris en todos lados. Esto es un mini-Estambul.

Compramos botellas de cervezas en un súper y vamos andando hacia un circo. Sí, nos parece ver un circo. Pero resulta que no es un circo, es un gigante beer garden. ¡Bares al aire libre! Cada bar parece una atracción del circo, con carteleras en luz de neón. Salen fuegos de los flamethrowers arriba de los bares. Los altos porteros rusos miran fijamente a cualquier persona que intente generar problemas. (Los rusos siguen aterrorizando a los alemanes todos estos años después de la guerra).

Aquí conozco una chica inglesa, igual de abierta y amable que las inglesas de Ámsterdam (si no sabes a qué me refiero, mira la primera parte de mi airhopping), y empezamos una ronda de cervezas.

Tiene una camisa de Guns N Roses.

Le pregunto su canción favorita de Guns N Roses.

Nunca ha escuchado ni una.

En fin, Berlín no solo tiene cosas deprimidas.

Patreek.